Transcripción parcial de la nota de Opinión "La ventana/Medios de Comunicación" en Página 12 del 14 de enero de 2009
Por Washington Uranga
Censura: otro daño colateral
Algún día sostuvimos que la comunicación forma parte de la lucha simbólica por el poder. En ese mismo sentido se puede decir que la información y la comunicación son, indiscutiblemente, instrumentos de la guerra moderna. Ha quedado ampliamente demostrado en muchas conflagraciones recientes. Frente a ello y tal como sucede en la mayoría de los frentes, la comunidad internacional a través de los organismos correspondientes ha quedado atrapada en el juego de intereses políticos y de poder y no ha tenido nunca la capacidad real de hacer ejercer el derecho a la información y la comunicación.
La censura, la restricción al trabajo de los periodistas, la imposibilidad de comunicar sobre hechos trascendentales y críticos como todo aquello que ocurre en torno de un conflicto armado es una forma más de atentar contra la vida de muchos inocentes. Esto es lo que está ocurriendo actualmente en Gaza y en todo lo relativo al avance israelí sobre ese territorio. La organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW) al respecto ha dicho que “la presencia de periodistas y observadores de derechos humanos en las zonas de conflicto proporciona una comprobación esencial con respecto a los abusos contra los derechos humanos y violaciones de la guerra”. A todo esto las autoridades israelíes han hecho oídos sordos, de la misma manera que desconocieron decisiones expresas del propio tribunal supremo israelí que el 31 de diciembre último dictaminó a favor de permitir el ingreso a Gaza de doce periodistas.
Las autoridades israelíes, que no se preocupan por otras muertes, aducen sin embargo que se impide el ingreso de los periodistas a la zona del conflicto para salvaguardar la vida de los comunicadores. Al respecto la Federación Internacional de Periodistas (FIP) sostuvo que “pocos colegas pueden aceptar (dichos argumentos) como algo serio”. Y denunció que “Israel ya ha mostrado su singular respeto hacia las normas internacionales convirtiendo a una emisora de televisión desarmada en objetivo de sus ataques militares”.
Vale recordar que el documento de Johannesburgo (1995) sobre “Seguridad nacional, libertad de expresión y acceso a la información”, considerado uno de los textos de referencia sobre el tema y que fue elaborado por expertos en derecho internacional, señala que “cualquier restricción de la libre circulación de información no podrá ser de naturaleza tal que frustre los propósitos de la legislación humanitaria y sobre derechos humanos. En particular, los gobiernos no deberán prohibir el acceso a la zonas en las que son responsables y en las que haya dudas razonables de que se puedan estar cometiendo o se hayan cometido violaciones a la legislación humanitaria o de derechos humanos a periodistas o representantes de organizaciones intergubernamentales que velen por el cumplimiento de los criterios humanitarios o de derechos humanos”. Es letra muerta. Tan muerta y desconocida como tantas de las víctimas ignotas que yacen sobre el territorio de Gaza.
El propio Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, en su boletín de “Cultura: medios de comunicación” sostenía el 1º de octubre del 2006 que “el compromiso de Israel de mantener la libertad de prensa rige para todos los medios de comunicación, estando sujetos al escrutinio de la censura únicamente los asuntos de seguridad”. ¿Quién establece el criterio? ¿Puede un Estado de manera unilateral adoptar este tipo de decisiones cuando lo que está en juego es la vida de muchas personas que podrían tener mejor resguardo si existiese la posibilidad de la información?
La censura informativa y la imposibilidad de comunicar se presenta de esta manera como otra “consecuencia no deseada”, como una suerte de “daño colateral”. Nada de eso. La censura es un arma más de la guerra, un arma fundamental y letal en la medida en que de conocerse determinadas situaciones y procedimientos se podrían salvar vidas. Impedir el trabajo de los profesionales de la información es tan grave como descargar toneladas de bombas sobre la población civil o cometer actos de terrorismo de diverso tipo. Lo que está en juego no es apenas la vigencia de un derecho reconocido internacionalmente. El riesgo tiene que ver con la vida misma.
Como se ha dicho tantas veces, la primera víctima en la guerra es la verdad. Cada uno de los oponentes construye su discurso, atado a intereses y como parte de la propia estrategia de guerra. La censura a la información, la comunicación amordazada y la verdad destruida son otros de los “daños colaterales”. Han corrido la misma suerte de tantos inocentes que perdieron la vida. Porque, por el contrario, informar y comunicar es una forma eficaz de salvar vidas.
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